La aventura de explorar «quién soy»
podría parecer colmada de obstáculos y desanimar a quienes emprenden la
búsqueda. Conocerse implica construirse, por lo que valdrá la pena
sortear esas autolimitaciones.
Autor: Sergio Aguilar Alvarez
Por qué, si conocernos a nosotros mismos es un tema tan de moda,
somos tan incapaces de hacerlo. Propongo un conjunto de mitos asociados
al autoconocimiento que provocan que esta tarea no sólo se dificulte,
sino que en algunos casos se vuelva contraproducente.
Mito 1. Conocerse es un valor en sí mismo
Hijos de una tradición racionalista, creemos que el conocimiento es
un valor absoluto. «Información es poder», nos han tatuado en la piel.
Sin embargo, no fue concebido así el ejercicio del autoconocimiento. Su
gran precursor –Sócrates– proponía el conocerse a sí mismo como un
primer paso en el camino de la transformación personal. No era un fin,
sino un medio.
Siguiendo esta tradición, los estoicos concibieron la Filosofía como
un trabajo que se efectúa en tres ejes: la disciplina intelectual, el
dominio físico y el adiestramiento mental.1 La reflexión es un medio
para plantear problemas, no una solución en sí misma. El filósofo Pierre
Hadot cita a Bergson: «Filosofar no supone construir un sistema, sino
dedicarse, una vez que se ha decidido, a mirar con sencillez dentro y
alrededor de uno mismo».2 Esa mirada tiene un solo objetivo, la
transformación personal.
El autoconocimiento no tiene utilidad si no se concibe como principio
de cambio; pues, como un valor en sí mismo puede convertirse en un
práctica masoquista, una tortura, un camino sin fin de autocondenación.
Sería como contemplar la vitrina de una pastelería sin poder comprar
nunca una pieza o como esa sensación de estar cayendo en un pozo
profundo sabiendo que el final será fatal e inevitable. Por eso decimos
que no hay nada más inútil que pensar en uno mismo si no está asociado a
algo que pueda cambiar.
Mito 2. Dime qué haces y te diré quién eres: somos lo que hacemos
El ser humano tiene la tendencia autodestructiva de hacer juicios de
valor. Cuando pensamos en nosotros y en los demás, nos hemos vuelto
incapaces de distinguir nuestro ser de nuestro actuar.
En el camino del conocimiento de uno mismo vemos nuestras acciones
como constitutivas de nuestro ser. Si cometemos un error, nos
convertimos en seres inútiles y nos despreciamos por ello: no servimos
para nada. Si acertamos en nuestras acciones, nos alabamos como si ese
acierto nos elevara de rango.
Nuestra tendencia a valorarnos de manera total se funda en una
concepción errónea de la autoestima: nos queremos a nosotros mismos
(estimarnos) si y sólo si tenemos éxitos o si conseguimos nuestros
objetivos.
Sin embargo, no existe mente humana que pueda evaluar todos los
ámbitos de acción de una persona en todo momento; es lógicamente
imposible valorarnos de modo absoluto. ¿Cómo calificaríamos al soldado
que salva la vida de miles de inocentes arriesgando su vida si esa
persona también es un marido infiel? ¿Es bueno o es malo? Confundimos
así nuestro «valor» con la confianza de poder hacer esto o lo otro.
Esta generalización es propia de un cerebro incapaz de pensar: «eso
es sólo una parte de mí, hacerlo bien no me hace más valioso o hacerlo
mal no me hace menos valioso». Valor es un término que no tiene sentido
cuando se aplica al ser de una persona, de quien sólo podemos calificar
sus acciones.3 Nos hemos vuelto incapaces de vernos por la obsesión
contemporánea de calificarnos. «Pero, me guste o no, éste es el cuerpo
que tengo. Mi cuerpo, son sus límites y sus inclinaciones. Al igual que
con mi cara o mi talento… no dispongo de otro, así que no tengo más
remedio que ir tirando con él»,4 dice Murakami.
Esta aceptación es condición de posibilidad de cambiar. Claro que
queremos tener más habilidades que nos permitan alcanzar nuestros
objetivos. Pero ni lo uno ni lo otro, tener habilidades y alcanzar
objetivos, cambian nuestra dignidad fundamental. En este sentido, afirma
Ellis, valor es un concepto que no puede aplicarse al ser humano: ¿cómo
se mide el valor de una persona?
Mito 3. El autoconocimiento es un ejercicio intelectual
Hemos perdido contacto con la realidad. El mundo que nos rodea, del
cual formamos parte, es un mundo concreto. El lenguaje, nuestra
herramienta para ponernos en contacto con él, es un arma de dos filos.
Nos hemos entrenado tanto en el pensamiento abstracto, que estamos
incapacitados para vernos como una realidad particular.
De esta manera, al intentar conocernos a nosotros mismos, nos
bloqueamos utilizando conceptos generales. Ante la pregunta cómo eres,
contestamos cosas como «servicial», «buena amiga», «generosa» o
«egoísta». Y si nos cuestionamos cómo estamos, decimos: «estresado»,
«agobiado», «feliz» o «tranquilo».
Todas estas palabras han perdido su relación con la realidad y su
capacidad de significar algo convirtiéndose en murallas (gatekeepers)
que nos impiden hacer un esfuerzo para pensar en términos de lo que
podemos hacer, es decir, de desglosar nuestras habilidades, emociones y
pensamientos para actuar sobre ellos.
Agatha Christie, en su autobiografía, nos da un buen ejemplo de cómo
hacerlo: «Nunca he sido muy buena para los juegos, tampoco soy ni seré
nunca muy buena conversadora; soy tan fácilmente sugestionable que tengo
que quedarme a solas conmigo misma para saber lo que realmente pienso o
necesito hacer. No sé dibujar, no sé pintar, soy incapaz de modelar o
esculpir algo; no puedo hacer las cosas deprisa sin aturdirme; me
resulta difícil decir lo que quiero, prefiero escribirlo. Sé mantenerme
firme en una cuestión de principio, pero en nada más; aunque sepa que
mañana es martes si alguien me dice más de cuatro veces que mañana es
miércoles, a la cuarta me habrá convencido de ello y actuaré en
consecuencia».6
La riqueza del autoconocimiento está en la posibilidad de romper
estos bloqueos al utilizar conceptos generales respecto de nosotros
mismos. De lo contrario, nos alejamos de nuestra intimidad y nos
refugiamos en conceptos. El ámbito de la decisión humana es lo concreto,
es ahí dónde podemos elegir cambiar de punto de vista, de
comportamiento o de actitud.
Mito 4. conocernos para superarnos
Hemos asociado el ejercicio del autoconocimiento al crecimiento
personal, de tal manera que, conocerse a sí mismo, se ha convertido en
una carga. La autosuperación se ha convertido, junto con la autoayuda,
en una nueva religión. Si me conozco sólo para desarrollarme, la tarea
se puede volver tediosa y agobiante.
Es como si sólo buscáramos conocer a otra persona, por ejemplo,
nuestra pareja, para ver en qué podemos corregirla. No vemos que hay
cosas que nos gustan y otras que, aunque no nos gusten, no podemos
cambiar.
El autoconocimiento puede volverse causa de una frustración
innecesaria porque no todo es posible. Nos volvemos incapaces de
aceptarnos y disfrutarnos hoy, porque estamos enamorados siempre de la
persona que podemos o deseamos ser. Tenemos integrado al cerebro una
grabadora, vestigio de nuestra educación, que constantemente nos dice:
«pero tú puedes dar más», «es un buen esfuerzo, pero tú eres de diez no
de ocho».
Vivimos en una competencia permanente con nosotros mismos y con los
demás. Las capacidades son para conseguir nuestros objetivos, pero nos
volvemos esclavos de esas capacidades cuando se convierten en el
objetivo mismo. No tenemos que ser los mejores en todo, aunque sí somos
responsables de procurar nuestro bienestar. Hay que enfocarnos en lo que
vale la pena.
Agatha Christie continúa hablando de lo que es capaz de hacer y lo
que no, las cosas que le gustan y las que le disgustan. Y concluye,
sabiamente, su breve semblanza diciendo: «Podría hacer listas mejores,
con cosas más importantes, pero no sería yo y supongo que tengo que
resignarme a ser yo misma».
Mito 5. El autoconocimiento es un ejercicio individual
Cuando pensamos en el tema del autoconocimiento imaginamos a una
persona alejada del mundo, en un estado de recogimiento e introspección…
los ojos cerrados y profundamente concentrado.
El individualismo se convirtió en regla y muchas veces pensamos, como
lo afirma Steiner de Nietzsche, que sólo un total aislamiento y soledad
pueden generar un pensamiento de primera categoría.7
El autoconocimiento, por el otro lado, se da más en mi interacción
con los demás y con el mundo. Nos conocemos cuando algo de la realidad
nos indigna o emociona. Sabemos algo nuevo de nosotros mismos cuando
otra persona saca lo mejor o lo peor de mí.
La apertura a lo ajeno es el camino más eficiente del
autoconocimiento. Las preguntas y las respuestas –afirma también
Steiner– pretenden provocar un proceso de auto-indagación. En nuestra
interacción y en el diálogo con el otro nos encontramos a nosotros
mismos.
Es en la tensión entre conservar mi individualidad y abrirme a lo
otro donde me construyo a mí mismo. Como el organismo que se nutre al
hacer lo ajeno propio y que su aislamiento implica su destrucción. «Sólo
quien es capaz de un verdadero encuentro con el otro, está en
disposición de encontrarse auténticamente consigo mismo, resultando lo
contrario también verdadero».8
Mito 6. Conocernos a nosotros mismos es un proceso lógico
Nos acercamos a nosotros mismos con una mirada científica: queremos
entendernos, no poseernos. Lo segundo implica algo más que un silogismo,
pues somos más complejos que nuestro solo pensamiento. Vernos como
quien resuelve un problema matemático parecería simplista. «A través de
palabras no aprendemos más que palabras», dice Steiner.
El autoconocimiento es más que palabras: es un esfuerzo físico,
psicológico y espiritual. El método científico, en este caso, nos aleja
de la realidad, de nuestra realidad. «Nuestros actuales modelos de
racionalidad no nos están conduciendo a un mundo mejor. Nos están
alejando cada vez más de ese mundo mejor… Empieza (esta racionalidad) a
ser vista por lo que en realidad es: emocionalmente hueca, estéticamente
sin significado y espiritualmente vacía ¿Cómo pasamos del mundo de
las palabras al juego infinito de la realidad?
Hacer un test de autoconocimiento no me parece inútil, me parece
imposible. Conocerse a sí mismo es construirse a sí mismo, cambiar de
estado vital. La pregunta es cómo lograrlo sin desviarnos de nosotros
mismos. Cómo lo hacemos enfatizando que la persona es lo importante y no
el conocimiento de la persona. El conocimiento es un medio y la persona
es el fin. Intercambiarlos es lo que resulta nocivo.
Fuente: http://istmo.mx/2012/07/6-mitos-del-autoconocimiento/
Comentarios: El autoconocimiento es la primera aptitud de la inteligencia emocional, por lo cual debemos desarrollarla diaramente para poder desarrollar completamente la inteligencia emocional.
Me gusta tu artículo compañera, ya que he cierto que debemos desarrollar nuestro autoconocimiento para tener una mente más abierta.
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